Lo único que realmente nos pertenece es lo que damos a los demás
Antoine de Saint-Exupéry

¡Es verdad! El tiempo pasa rápido y ya hace más de seis años que vio la luz la primera edición de “Digitalízate o desaparece”. Hoy en su 10ª edición.

Para los que me acompañáis desde el inicio del blog, recordaréis que su origen y objetivo era (y es) compartir semanalmente contenidos de interés que lo mantuvieran actualizado, como: los superpoderes de los clientes, las claves de un nuevo liderazgo, la gestión del cambio o las nuevas tendencias tecnológicas.

Así, semana a semana hemos llegado al post 300 y a los 4.100 suscriptores y la primera idea que me viene a la cabeza es de agradecimiento, pues sin vuestra lectura, ánimo y comentarios, tanto en el blog como en RRSS, el trabajo carecería de sentido.

Para “celebrarlo”, he resumido los siete artículos con más «me gusta»  y comentarios.

Mentalidad infinita vs mentalidad finita

“La seguridad es buena para las aceras y las piscinas, pero la vida requiere riesgos si queremos llegar a algún lado”. Simon Sinek

Simon Sinek, en su libro «El Juego Infinito», explora cómo la mentalidad con la que abordamos la vida y los negocios —finita o infinita— moldea profundamente nuestro futuro. Los juegos finitos, definidos por reglas fijas y objetivos claros, contrastan con los juegos infinitos, donde los jugadores y las reglas cambian y no hay un final definido. Mientras que la mentalidad finita se enfoca en ganar y competir por recursos limitados, la mentalidad infinita busca crecimiento, aprendizaje continuo y mejora. 

Este enfoque no solo permite a los líderes y organizaciones priorizar el desarrollo a largo plazo y el bienestar común sobre las ganancias inmediatas, sino que también es esencial para la transformación y la adaptabilidad en un entorno en constante cambio. 

Adoptar una mentalidad infinita, aunque desafiante en un mundo que valora los resultados a corto plazo, es clave para el éxito sostenible y la realización de un propósito más allá de las ganancias monetarias.

Un elefante en la organización

“Todos somos muy ignorantes, los que pasa que no todos ignoramos las mismas cosas” Albert Einstein

Seguro que muchos, tal vez todos, habéis oído e incluso utilizado la expresión “un elefante en la habitación”, que se basa en la idea de que sería imposible pasar por alto la presencia de un elefante en una habitación (igual que evidentes situaciones complicadas en las organizaciones), pero las personas fingen que el elefante no está ahí, han elegido tener que lidiar con el enorme problema que implica.

En la habitación de la transformación, el elefante es el “statu quo” al que dedicaremos el siguiente resumen.

Identificada la bacteria más resistente al cambio: el statu quo

“El progreso consiste en el cambio” Miguel de Unamuno

Las organizaciones necesitan, empezando por su cúpula directiva, personas que se planteen cambiar el statu quo, que tengan imaginación, que se emocionen, como dice Seth Godin, por lo que hacen y pueden llegar a hacer.

El statu quo tiene una inercia enorme, pues es la base sobre la que se ha construido la organización durante años, se ha convertido en un entramado de intereses, modelos y procesos que luchan por su supervivencia y que resulta muy difícil erradicar.

La buena noticia es que existe un antídoto eficaz, aunque no suficientemente aplicado: la valentía en el liderazgo.

El sesgo de confirmación

“Un fenómeno omnipresente en muchas formas” Raymond S. Nickerson

Hoy cambiar de opinión es más difícil de lo que parece. Cuanto más creas que sabes algo, más filtras e ignoras toda la información en sentido contrario.

Es incuestionable el poder de los algoritmos, para Durgan A. Nallar (autor de “Diseño y narrativa transmedia”, “No estamos decidiendo por nosotros mismos, sino que estamos viendo y consumiendo lo que el algoritmo decide por nosotros”.

Seguramente la clave esté en lo que no vemos. ¿No os parece?

El iceberg de la ignorancia

 “El primer paso de la ignorancia es presumir de saber” Baltasar Gracián

Las conclusiones del estudio de Sidney Yoshida, son concluyentes:

  • Sólo el 4% de los problemas son conocidos por la Alta Dirección
  • Sólo el 9% de los problemas son conocidos por los mandos intermedios
  • El 74% de los problemas son conocidos por los supervisores
  • El 100% de los problemas son conocidos por los operarios de línea

Una hipótesis que, en la mayoría de las organizaciones, va más allá del ámbito de los problemas y se adentra en la definición de la propuesta de valor y en el diseño de productos y servicios que son realizados por la “inteligencia” corporativa con escasa participación de las primeras líneas… aquellas que están en relación con los clientes.

Ajenos a la crisis de integridad

“Toda verdad ignorada prepara su venganza”. José Ortega y Gasset

La crisis de integridad a la que nos enfrentamos va a ser más difícil de superar que crisis materiales como la inflación o pandemias, ya que ataca directamente los valores sociales. 

Una crisis, que atenta directamente a los valores de una sociedad, y que lamentablemente ha invadido todos los ámbitos, el político, social, empresarial y hasta el deportivo. Hablar de integridad es hablar de valores que hasta ahora representaban (hablo en pasado porque parece que estamos en transición a otros) los ideales de una sociedad, como la honestidad, la coherencia, la responsabilidad, el respecto a los demás, la conducta ética o la integridad moral.

En algunas ocasiones parecería como si estuviéramos anestesiados. Optamos por el camino fácil, por aquello que es más conveniente en el momento, en vez de tomar decisiones más difíciles, pero moralmente más justas. Esta búsqueda de la comodidad y la aversión al esfuerzo o al conflicto es un claro indicador de la crisis de valores que actualmente atravesamos. Pero siendo esto grave, lo más grave es lo que le estamos enseñando a las nuevas generaciones.

Una crisis que seguramente no sea reconocida por algunos, pero espero que sí por la mayoría, porque la única forma de solucionar un problema es siendo consciente de su existencia.

El síndrome del objeto brillante

“Tienes que decidir cuál es tu máxima prioridad y tener el coraje de decir NO a otras cosas”. Stephen Covey

El síndrome del objeto brillante no es una enfermedad, es simplemente una distracción por algo novedoso. Nos pasa a todos. Lo nuevo por el simple hecho de serlo es mucho más atractivo y lo priorizamos con escasa investigación.

En el mundo de los negocios y en especial en el ámbito de la transformación digital, en el que continuamente aparecen nuevas tecnologías, el síndrome adquiere una importancia especial, tanto por su impacto financiero como en la experiencia de los clientes.

En este contexto, según McKinsey, el riesgo de líderes desinformados y “modernos” es muy peligroso, pues son proclives a realizar inversiones digitales fragmentadas, superpuestas o de escala insuficiente, perseguir iniciativas en el orden incorrecto o pasar por alto medidas básicas que facilitarían el logro de otras más avanzadas.

 

Gracias por estar ahí.

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10 comentarios de “Post 300. Compartir es buena… Muy buena idea

  1. LUIS MIGUEL INGLES VALLEJO dice:

    Enhorabuena. Creo que esto es una de las cosas que no deberías dejar de hacer. Es bueno para ti y la humanidad. Un abrazo.

  2. Natalia Vicente Loscos dice:

    Compartir conocimiento es invertir en uno mismo, ¡gracias a ti Adolfo por tanta generosidad!! Y ¡Enhorabuena y a por los siguientes 300!!

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