“Cada experiencia nos da lecciones y cada error nos brinda nuevas oportunidades para aprender”
Ralph Marston
Siguiendo con la dinámica de los últimos años, he dedicado tiempo a reflexionar sobre los temas en los que he continuado aprendiendo en el 2024. Os comparto los relacionados con la transformación de las organizaciones.
Como veréis no son aspectos nuevos, pero sí lo suficientemente poderosos como para seguir generando aprendizajes a través de la observación en el seno de las organizaciones.
La digitalización acelerada sin una estrategia clara es un riesgo muy significativo al generar confusión y desperdicio de recursos.
Sin un plan estratégico, la digitalización se transforma en una serie de iniciativas desconectadas que no aportar valor a la organización. La tecnología debe de estar al servicio de los objetivos de negocio. No obstante, muchas organizaciones se empeñan en empezar la casa por el tejado, es decir, por invertir en tecnología sin una estrategia clara, lo cual resulta la fórmula ideal para fracasar en los procesos de transformación y por lo tanto, poner en peligro el futuro de la empresa.
El poder del statu quo sigue siendo un gran freno para la transformación
La fuerza que ejerce el statu quo continúa siendo una potente barrera en los procesos de cambio en las empresas. A pesar de las evidentes necesidades de adaptación e innovación, las personas y estructuras suelen preferir lo habitual y seguro, resistiéndose a adoptar nuevas formas de trabajar más eficientes y colaborativas.
Esta resistencia al cambio ralentiza el avance hacia la transformación y obstaculiza la implantación de estrategias innovadoras.
Para superarla, es fundamental que los equipos directivos impulsen, de forma auténtica y consistente, una cultura que valore la adaptabilidad y desafíe las prácticas obsoletas, promoviendo una visión de cambio y apertura a nuevas oportunidades.
La calidad y el gobierno de los datos son elementos clave, pero siguen estando infravalorados
A esta altura nadie cuestiona la importancia de los datos para el éxito de las organizaciones, sin embargo, en muchas empresas su calidad y gobierno siguen siendo aspectos desatendidos, dándole mayor relevancia a las soluciones técnicas.
Sin datos confiables y bien gestionados, por muy buenas que sean las soluciones tecnológicas, tanto las decisiones estratégicas, como la personalización de las gestiones con los clientes o el desarrollo de iniciativas de inteligencia artificial, perderán efectividad y se limitará su potencial.
Una clara lección aprendida, es que la calidad de los datos y su buen gobierno son elementos fundamentales para la transformación de las organizaciones y que su falta de priorización está detrás de más de un fracaso de los procesos de cambio.
La tiranía de la inmediatez y la presión por los objetivos a corto está generando una crisis de autenticidad
Desde la investigación que realicé para El valor de la autenticidad y reforzado, tanto por las noticias que aparecen continuamente, como por las conversaciones y debates derivados de la presentación del libro, no tengo ninguna duda que la inmediatez está afectando profundamente a la autenticidad en las organizaciones.
La presión por responder de inmediato y cumplir objetivos rápidos, muchas veces (demasiadas) empuja a comprometer valores fundamentales, priorizando la satisfacción a corto sobre la estrategia de futuro.
Gestionar esta situación se ha convertido en uno de los grandes retos del liderazgo del siglo XXI, en un entorno donde todo parece empujarte hacia decisiones rápidas y respuestas inmediatas. Un contexto, en el que el verdadero desafío radica en equilibrar la urgencia del presente con una visión estratégica y alineada con los valores.
Este equilibrio es el que está diferenciando a los líderes reactivos de aquellos que inspiran y construyen futuro.
La gestión del cambio sigue siendo una asignatura pendiente en las estrategias de transformación
Aunque lo habitual es que todas las organizaciones y proclamado por sus directivos las “personas son lo primero”, la realidad demuestra lo contrario: los esfuerzos siguen centrándose en la tecnología, la automatización de procesos o los resultados inmediatos, dejando en un segundo plano, en el mejor de los casos, el impacto humano de las transformaciones.
La experiencia demuestra (debería ser una lección aprendida por los equipos directivos) que sin un enfoque claro en preparar, involucrar y apoyar a quienes realmente tienen que ejecutar la transformación, cualquier cambio estará condenado al fracaso o a resultados parciales.
Gestionar el cambio no es un complemento; es el eje que conecta estrategia y valores con realidad operativa y el compromiso de las personas.
La medición es un elemento clave para el éxito de los cambios organizacionales
Una lección esencial, también en toda transformación, es que lo que no se mide es imposible de gestionar. La medición es clave para garantizar que los cambios y proyectos generan valor tangible y están alineados con los objetivos definidos. Va más allá de evaluar resultados; permite ajustar el rumbo, identificar áreas de mejora y demostrar el impacto real de las iniciativas. Sin una medición clara y consistente, los esfuerzos y la inversión corren el riesgo de perder dirección y relevancia.
No hay ninguna duda: sin liderazgo no hay ni estrategia, ni transformación ni autenticidad, ni futuro para la organización.
Quizás sea comprensible, que en muchas ocasiones se quiera seguir intentándolo, pero el problema y la solución son evidentes: es imprescindible el cambio del líder.
Los tiempos actuales, requieren líderes valientes, capaces de cuestionar el statu quo y guiar a sus equipos a través de la incertidumbre. Líderes que no solo adoptan las nuevas tecnología y modelos de negocio, sino que también defienden los valores, convirtiéndose en ejemplos de integridad y compromiso.
¿Os animáis a compartir vuestras lecciones aprendidas en el 2024?