“Cambia tu vida hoy. No te juegues el futuro.
Actúa ya, sin demora”

Simone de Beauvoir

Os comparto un artículo que he publicado en HUFFPOST.

2020 va a ser un año que no se nos olvidará fácilmente y del que deberíamos sacar algunas conclusiones de cara al futuro, empezando por el año que acaba de empezar.

Seguro que hay más lecciones, pero estás siete me parecen especialmente relevantes:

La obsesión por el poder es un virus muy maligno y peligroso que limita el desarrollo a todos los niveles. En el político, incita a la confrontación, elimina cualquier posibilidad de consenso y, consecuentemente, tiene un impacto muy negativo en los ciudadanos y en los propios países. En el ámbito empresarial, impide la transformación y progreso de las empresas al priorizar el futuro de los ejecutivos en lugar del de la compañía y a nivel personal, limita el crecimiento, la colaboración y, por lo tanto, la aportación de valor a la comunidad.

La actual crisis ha puesto de manifiesto la necesidad de fortalecer la cooperación, la confianza y, sobre todo, la solidaridad a todos los niveles. Para conseguirlo, la obsesión por el poder no es el mejor aliado.

 

El compromiso y la generosidad son dos grandes valores que nos han permitido, tanto a nivel personal como en el ámbito social, mitigar los efectos de esta terrible pandemia.

Empezando por el admirable comportamiento de los sanitarios, pero también por todos aquellos que nos han permitido continuar con los máximos niveles de actividad posible.

Retrocediendo la mirada al mes de marzo, hubiera sido imposible sin el compromiso de muchos profesionales dar continuidad a la actividad económica.

Estos esfuerzos son los que nos permitirán salir airosos de, posiblemente, la peor crisis de la historia reciente de la humanidad.

Dos valores siempre imprescindibles y que ahora parecen más necesarios que nunca en este nuevo año que acaba de ver la luz.

 

La tecnología es nuestra aliada, por lo que tendríamos que acelerar los procesos de digitalización tanto en los ámbitos públicos como privados.

La tecnología se ha mostrado durante la pandemia como nuestra gran aliada y nos ha permitido comprar, estudiar, trabajar, incluso celebrar las fiestas familiares de forma virtual.

Es una clara lección que tendríamos que aprovechar para acelerar los procesos de digitalización en ámbitos tan importantes como la salud y la educación.

En el contexto empresarial, entender los nuevos comportamientos de los clientes, derivados de las nuevas facilidades digitales, y acelerar sus procesos de transformación parece el único camino para seguir compitiendo en la nueva economía y no desaparecer.

 

La inclusión digital es una prioridad. La brecha digital se ha convertido en un factor de discriminación social de primera magnitud.

Con independencia del despliegue de la infraestructura necesaria para disponer de Internet en todas las localidades, habría que garantizar que en todos los hogares existiera el equipamiento informático necesario para su conexión a la Red previendo, incluso, la existencia de mecanismos de financiación pública para su adquisición, con especial atención a los colectivos más vulnerables y evitando cualquier tipo de exclusión.

 

Generar confianza es imprescindible en tiempos de crisis, la confianza es un valor inherente en el día a día de los seres humanos, en nuestras relaciones, actuaciones o en las expectativas que generamos en los demás.

En épocas difíciles y de incertidumbre como la actual, es más importante que nunca generar confianza e infundirla en todo lo que hacemos como individuos y como líderes.

No hay ninguna duda que las sociedades y empresas que confían en sus líderes marcan una clara diferencia con el resto, tanto en la gestión de las crisis como en su crecimiento como sociedad o compañía.

En este contexto, tanto una comunicación clara y sistemática, como la coherencia en la gestión, son dos elementos que resultan insustituibles.

La necesidad de aceptar nuevos paradigmas, el futuro que pensábamos en las campanadas del 2020 es muy distinto al que hemos visualizado en las del 2021.

Hasta hace tan solo 9 meses decíamos que el mundo era antes y después del Internet. Hoy nuestra realidad es diferente después de la pandemia y ello nos obliga a construir una nueva realidad.

Como decía Peter Drucker “la mejor forma de predecir el futuro es crearlo”.

Aceptar los nuevos paradigmas no significa dejarlos al libre albedrio, sino que implica hacer un esfuerzo por entenderlos e incorporarlos con inteligencia en nuestra actividad cotidiana.

El teletrabajo, el comercio electrónico, la mayor concienciación con el cambio climático, el boom de las videoconferencias, la formación a distancia, las relaciones de “bajo contacto”, el incremento de la sensorización, el uso masivo de redes sociales, son elementos que han acelerado su incorporación en nuestra vida cotidiana y tenemos que gestionarlos y utilizarlos en nuestro beneficio.

 

Menos planificación y más intención. La covid-19 canceló miles de celebraciones, eventos, conciertos, etc. .  El confinamiento nos ha puesto de manifiesto que los planes son únicamente datos puestos en una agenda y que, con independencia de alguna lógica referencia, lo inteligente es vivir plenamente abiertos a las posibilidades del momento presente.

Están siendo meses dolorosos, pero hemos aprendido a disfrutar más intensamente de los pequeños momentos e incluso a redescubrir aficiones que hacía tiempo teníamos olvidadas.

 

Muchas gracias por estar ahí y mis mejores deseos para el 2021.

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2 comentarios de “Siete lecciones aprendidas para el 2021

  1. Fátima Álvarez dice:

    Muy interesante, Adolfo, esta recopilación de 7 lecciones. Recorriéndolas están los valores, los valores vividos, llevados a la práctica, aquellos que forman parte de nuestro «ethos», de nuestro carácter, y que son los que rigen nuestras acciones: el compromiso y la generosidad que mencionas, la igualdad de oportunidades para paliar la brecha digital y promover una tecnología al servicio de las personas, el esfuerzo por el bien común y la confianza, la confianza como argamasa que nos construye como sociedad.
    Parece sencillo, pero no lo es, porque los valores no se pueden impostar ni imponer, solo cultivar en el día a día, a través del hábito, de la práctica.
    Está lo que sabemos, lo que sentimos, pero ante todo está cómo nos comportamos.

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