“El liderazgo auténtico no se mide por el título o la posición, sino por la capacidad de inspirar y guiar a otros a través de un comportamiento ético y valores sólidos”
John C. Maxwell

Participo en este blog respondiendo a la amable invitación de Adolfo Ramírez para dar mi punto de vista sobre un asunto de interés para sus lectores.  En mi condición de militar es mi intención ofrecer una visión personal y castrense sobre un asunto que afecta a toda la sociedad y especialmente, a los responsables de gestionar o dirigir organizaciones de cualquier naturaleza, fundamentalmente cuando el centro de gravedad de las mismas reside en las personas que las integran, como ocurre en el caso de las Fuerzas Armadas.  Me refiero al liderazgo

Para los cuadros de mando de los Ejércitos, la principal actividad en el desempeño de sus funciones, es la de ejercer el mando de sus unidades, es decir, liderar a sus hombres y mujeres en todo tiempo y situación.  El Ejército pretende e intenta ser “una fábrica de líderes”, desde los cabos a los generales. La tradición militar española siempre ha tenido como objetivo preferente que sus profesionales ejercieran lo que se llamaba “el arte del buen mandar”.

En este sentido, las Reales Ordenanzas de Carlos III de 1768, que estuvieron en vigor más de 200 años y que son precursoras de las actuales, ya recogían en su artículo quinto referido al cabo – empleo inferior de mando del Ejército – la mejor síntesis conceptual de liderazgo y la más sencilla y eficaz guía de practicarlo, a pesar de que en aquellos tiempos se desconocía ese término. 

“El cabo, como jefe más inmediato del soldado o marinero, se hará querer y respetar de él; no le disimulará jamás las faltas de subordinación; le infundirá amor al servicio y mucha exactitud en el desempeño de sus obligaciones; será firme en el mando, graciable en lo que pueda y será comedido en su actitud y palabras aun cuando sancione o reprenda”.

Esta histórica preocupación de los Ejércitos por el liderazgo se ha mantenido en el tiempo y constituye hoy en día una prioridad fundamental en la formación y desempeño del militar. El compromiso único del militar: la disposición permanente para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario, lleva ineludiblemente aparejado el contar con unos líderes que han de ser capaces de arrastrar a sus subordinados a enfrentar situaciones límite que pueden implicar el riesgo de la propia vida. 

Este ejercicio del liderazgo sólo puede basarse en valores, sin ellos no es posible liderar. En los Ejércitos se trata de inculcar a todos sus componentes, entre otras virtudes, el amor a la Patria, el espíritu de servicio, la excelencia profesional, la ejemplaridad, la disciplina, la lealtad, el compañerismo y el sentido del deber. Tan importantes son los valores para la institución que el lema de la marca corporativa del Ejército de Tierra es “La Fuerza de los Valores”.

La base de un liderazgo efectivo en el Ejército exige que todos sus componentes compartan ese código ético de valores comunes.  Por otro lado, el enfrentar el combate, misión esencial y más importante de las Fuerzas Armadas, exige de sus mandos ejemplaridad, valentía, coraje, competencia profesional y serenidad ante el peligro. Finalmente, la cada vez más frecuente participación en operaciones de estabilización y apoyo a la paz, en las que la población local constituye el centro de gravedad, requieren del líder militar iniciativa, flexibilidad, capacidad de relación y comunicación y prudencia. Todo un reto.

Valores y liderazgo no son patrimonio de los Ejércitos, cada organización debe priorizar aquellos valores que mejor se adapten a su idiosincrasia y objetivos y formar a sus líderes de acuerdo con ellos, ya que ambos aspectos constituyen pilares esenciales para alcanzar una efectividad sostenible. 

La función directiva evoluciona al ritmo del cambio vertiginoso que marcan los tiempos actuales y al de la enorme complejidad a la que se enfrenta el ciudadano del siglo XXI.  Nuestra sociedad requiere un liderazgo próximo en el que la persona sea la protagonista y centro de gravedad de la organización, y para ello es preciso contar con líderes que, envestidos de valores auténticos, se constituyan en el elemento fundamental para asegurar la eficacia.

Miguel Martín Bernardi es Teniente General del Ejército de Tierra en situación de reserva.

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