Imagen publicada en El Mundo
“En una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario”
George Orwell
El origen de este post está en mi indignación al observar cómo las marcas, incluso las que durante años he considerado un ejemplo en sus relaciones con los consumidores, pivotan hacia prácticas éticamente cuestionables.
La otra noche abro un bote de una popular marca de cacao disoluble y ¡sorpresa! “le falta del 25% de contenido al bote” ¿Un error en la cadena de fabricación? En absoluto, lees el etiquetado y ahora el contenido son 760% gr., pero el bote sigue teniendo la capacidad de 1 Kg. ¡todo legal!
Percepción del consumidor ¡Mismo precio! Lo cual es verdad, pero me imagino que en sucesivos ciclos el contenido se ha ido disminuyendo paulatinamente. ¿Hasta cuándo tendrá recorrido este envase?
Investigando he descubierto que esta práctica tiene un nombre: Reduflación.
Origen del término Reduflación
El término «shrinkflation» fue acuñado por la economista y experta en geopolítica y economía tecnológica, Philippa ‘Pippa’ Malmgren, de origen británico pero radicada en Estados Unidos. Malmgren, quien ha sido asesora de presidentes estadounidenses como George W. Bush y Barack Obama, creó este neologismo fusionando la palabra «inflación» con el verbo inglés «shrink» (contraer). Este concepto, que ilustra la práctica de reducir el tamaño de los productos manteniendo o aumentando sus precios, ha sido adoptado en España bajo el nombre de «reduflacción».
Una práctica con historia
En una interesante noticia, El Mundo nos cuenta como a finales de los años 80 American Airlines decidió quitar ingredientes a la ensalada que daba en cada servicio de comida en sus vuelos y así ahorró millones de dólares. Consiguió reducir costes sin que el consumidor se percatase, sin penalizar excesivamente el servicio.
Este caso, que luego fue copiado en su peor versión por otras aerolíneas (que directamente suprimieron el servicio de comida gratis) es un ejemplo de una práctica menos dolorosa para el consumidor que subirle el precio de un producto: reducirle la cantidad.
Una práctica generalizada
El mismo artículo indica que la OCU ha detectado casos concretos, en yogures, envases de cacao disoluble y mantequilla o paquetes de pasta (en el artículo vienen marcas concretas). La organización estaba analizando productos para el estudio de precios en supermercados que hace cada año y se encontró con que se habían reducido las cantidades.
Según sus cálculos, el 7% de los alimentos envasados seleccionados para la elaboración de la cesta de la compra ha reducido su peso, «encubriendo subidas de precio, el algún caso del 16%», denuncian.
¿Somos cómplices los consumidores?
Este fenómeno, se ha convertido en una práctica notablemente común durante periodos de alta inflación. Investigaciones académicas han revelado una tendencia interesante: mientras que los consumidores suelen rechazar de manera activa los incrementos explícitos en los precios, tienden a aceptar, de forma más pasiva, reducciones en el volumen, tamaño o cantidad de los productos, incluso cuando estos cambios son visiblemente perceptibles y no se acompañan de una disminución en el precio.
Una práctica que, como es obvio, no afecta solo a la relación calidad-precio percibida por el cliente, sino que también plantea interrogantes éticos sobre la transparencia y la honestidad de las marcas.
- Francia un ejemplo: El gobierno francés ha anunciado que prohibirá la reduflación. Una medida que Carrefour ya ha puesto en práctica en el país vecino.
- No solo menos cantidad: Pero además de reducir el tamaño de los productos, las empresas están comprometiendo la calidad y disponibilidad de sus servicios, mientras sostienen los precios en niveles constantes.
- Platos más pequeños: Gabriel Sanz, en citado artículo, no deja de señalar una realidad actual y cómo esta afecta a los consumidores. Y así también hace referencia al recorte de las raciones en los restaurantes o un menús del día minimalistas.
Sucede normalmente en momentos de crisis, cuando el negocio tiene que ajustar sus márgenes. Desde Hostelería de España explican que parte de esta reducción de las raciones es previa a la inflación y tiene que ver con una estrategia para reducir el desperdicio alimentario. ¡Vale! o ¡País! Que diría el inolvidable Forges.
Todo conforme a la ley, pero ¿es ético? En una sociedad en la que los cambios se producen a gran velocidad y en la que la regulación siempre llega con un decalaje a las prácticas comerciales, la ética se erige como un valor fundamental.
¿Erais conscientes de este “juego de magia”?
Os animo a compartir vuestras experiencias.
esto lo hacían los chicles boomer a principios de los 80
iban subiendo el precio creando chicles más grandes mientras iban reduciendo los actuales…
magisteal
Inolvidables visitas al dentista aún con chicles reducidos!!!
Hola de nuevo Adolfo, muy interesante post, aunque creo sinceramente que ha existido en alguna medida desde que me incorporé al mundo del trabajo.
Probablemente ahora sale mas a la luz al afectar al B2C, pero yo creo que en el B2B se lleva haciendo desde hace muchos años.
¿O no es «Reduflacción» incorporar a consultores de negocio juniors (algunos recién contratados) en los equipos de trabajo para que se vayan formando pero cobrar unas tarifas no se se corresponden con su aportación?
Lo mismo pasa en la mayoría de los servicios técnicos (desarrollo de aplicaciones, implantación de sistemas, etc.).
Como siempre «Chapeau» por tu cita del señor Orwell.
Buen ejemplo Fernando y buen post Adolfo.
Gracias Luis Miguel.
Es verdad Fernando, la vertiente de los servicios técnicos y asesoramiento, también es muy interesante de analizar.
Tema muy actual. Y para plantearse cómo combinan estas prácticas con la experiencia cliente? Sin duda afectan aparentemente menos que una subida de precios directa pero el consumidor lo puede ver como un engaño y en ese caso impactar de forma más negativa. Es una práctica solo de aquellas empresas que compiten en coste o también compatible con la búsqueda de la mejor experiencia del cliente. En mi opinión es que en el entorno actual solo es recomendable en aquellas estrategias que apuestan solo en la competencia por precio y claramente contraproducente en aquellos otros productos o servicios que compiten en valor y experiencia del cliente y consumidor
En mi opinión, aunque legal, creo que es una mala práctica.
La primera vez que fui consciente de esta practica fue hace muchísimos añosz allá por primeros de los 90. Yo usaba desodorante Sanex desde hacía tiempo y un buen día al ir a comprarlo le habían cambiado el envase: ahora era mucho más grande (que alegría) por un precio similar. Cuando llegue a casa y cogí el viejo, vi que habían bajado el contenido de 100 a 65 (si no recuerdo mal). Los proveedores de Mercadona llevan años haciéndolo. Yo antes compraba bacalao congelado en trozos y un buen día, cambiaron el formato y pasaron de 450g a 380 (o algo así), pero no contentos con ello, al mes siguiente lo subieron de precio. Vamos, podría tirarme toda la noche comentando casos como este.
Y todos vendiendo la obsesión por los clientes.