“La modernidad nos ofrece posibilidades inéditas, pero también un riesgo: perder de vista el horizonte del bien”
Charles Taylor

En 1994, Charles Taylor identificó tres malestares característicos de las sociedades modernas. Más de treinta años después, en plena era digital, estos malestares no solo siguen presentes, se han hecho más visibles. Su planteamiento ofrece un marco útil para entender algunas tensiones actuales entre autonomía, eficiencia y capacidad de decisión.

1. El individualismo: libertad que a veces aísla

El individualismo moderno aportó algo muy valioso:la autonomía personal. Pero Taylor advirtió un riesgo asociado, cuanto más centramos la vida en decisiones individuales, más se debilitan los espacios compartidos.

Hoy esto se observa en fenómenos cotidianos como redes sociales llenas de conexiones, pero pocas interacciones significativas; experiencias cada vez más personalizadas, pero más aisladas; algoritmos que refuerzan nuestras preferencias, reduciendo el contacto con lo diferente.

La cuestión no es rechazar la autonomía, sino reconocer que puede derivar en una forma de aislamiento no intencional.

2. La razón instrumental: eficiencia como único criterio

La lógica de la eficiencia impregna nuestra vida diaria. Medimos pasos, tiempo, rendimiento y productividad. Optimizar se convierte en un hábito automático.

Taylor llamaba a esta lógica razón instrumental: evaluar actividades únicamente desde su utilidad inmediata. Esto facilita decisiones ágiles, pero puede desplazar preguntas más amplias sobre el sentido o el propósito.

Hoy es fácil caer en un ritmo en el que se hace más en menos tiempo, pero sin una reflexión clara sobre por qué se hace.

3. La pérdida de libertad: opciones que no siempre liberan

La modernidad multiplicó las opciones disponibles. En teoría, más opciones deberían significar más libertad. Pero, como señalaba Taylor, la libertad real requiere criterio, no solo variedad.

La abundancia actual (recomendaciones automáticas, contenidos, rutas) puede dificultar la elección consciente. A veces seguimos lo que el algoritmo sugiere sin darnos cuenta. Tener opciones no garantiza tener control. La inercia decide más de lo que pensamos. Elegimos entre lo que nos ofrecen, no necesariamente lo que buscamos.

La pregunta relevante es si estamos realmente eligiendo o simplemente respondiendo a lo que aparece en una pantalla.

4. El reto de reconocer estas tensiones

Estos malestares no son errores del sistema ni problemas con una solución definitiva. Son tensiones propias de la vida moderna. La clave es identificarlas y gestionarlas con la máxima claridad posible.

Ser conscientes del riesgo de aislamiento ayuda a buscar espacios de comunidad. Ser conscientes del exceso de eficiencia permite recuperar pausas que aportan perspectiva. Ser conscientes de la saturación de opciones impulsa a definir criterios propios antes de delegar decisiones.

La tecnología y, especialmente la inteligencia artificial, amplifica estas dinámicas. Puede facilitar procesos, personalizar experiencias y ahorrar tiempo, pero también reforzar hábitos poco reflexivos si no se entiende y se usa con intención

5. Tres prácticas con sentido

  • Cultivar relaciones auténticas: No se trata de tener más conexiones, sino de tener vínculos que importen. Relaciones donde haya presencia, escucha y reciprocidad. Espacios donde el “nosotros” vuelva a existir, aunque sea en círculos pequeños pero significativos.
  • Recuperar espacios sin utilidad inmediata: La modernidad nos empuja a medir, optimizar y justificar cada minuto. Crear tiempo que no sirva para nada más que existir (leer por placer, conversar sin objetivo, caminar sin propósito) es una forma de resistir la tiranía de la utilidad. No es pérdida de tiempo, es recuperar el sentido. 
  • Elegir con criterio propio: Tener mil opciones no nos hace más libres si las elegimos en automático. La libertad requiere criterio como saber qué importa, qué no, y qué buscamos realmente. Antes de aceptar la recomendación del algoritmo, antes de seguir la ruta que aparece, detenerse un instante y preguntarse: “¿Esto lo estoy eligiendo yo?”.

Estas tres tensiones siguen vivas porque son parte de nuestra evolución.
La cuestión no es si podemos eliminarlas (que no podemos), sino cómo elegimos convivir con ellas como sociedad: cómo reconstruimos vínculos, cómo equilibramos eficiencia con sentido y cómo recuperamos la libertad de elegir en un mundo que empuja en automático.

¿Qué opinas? ¿Estamos gestionando bien estos “malestares” o simplemente dejándonos llevar por ellos?

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4 comentarios de “Tres malestares modernos

  1. Fernando Gómez de Calatrava dice:

    Parece increíble que después de treinta años los malestares sigan existiendo y no hayan sido resueltos de algún modo.

    Lo que me hace pensar si no están intimamente ligados a nuestra naturaleza humana, y son parte de nosotros mismos.
    Llevo años pensando en no volver a ser propietario de un coche, y cuando lo necesite pues lo alquilo, o uso otros medios de transporte (desde el punto de vista puramente financiero es la mejor opción), pero al final siempre la sensación de perdida de libertad me hace continuar con mi modelo de coche propietario de toda la vida.

    Definitivamente no tengo duda de que en relación con el aumento de las alternativas disponibles para cualquier cosa, no nos ha dado mayor libertad, si no que hemos dejado en manos de otros el que decidan nuestras opciones.

    Lo comentado anteriormente, parte de nuestra naturaleza.

  2. Daniel dice:

    Creo que hemos ganado libertad personal a costa de crear una soledad colectiva, se basa en fabricar vínculos frágiles sin apenas recorrido. Todo el mundo conectado y entregado a algoritmos que mueven la compra, generan los contactos, promueven las relaciones, plantean tu nuevos deseos, y hasta te dicen que decisiones debes tomar en una selección prefijada. Todo está orientado a que el ser humano conozca bien lo que debe comprar, a quien debe conocer, cómo debe de comportarse o cómo es el estereotipo de pareja perfecta o candidato en una selección de personal que se necesita según un matching basado en IA.
    Perdemos la identidad siendo únicos, hacemos más cosas pero recordamos menos, tenemos más opciones pero perdemos criterio, estamos normalizando los problemas y perdemos la sensibilidad ante los problemas de los demás. Estamos acelerando la pérdida de las convicciones y de la fe, se nublan los propósitos de vida y trabajamos para decir un día que fuimos felices mientras lo hicimos, pero en realidad perdimos el sentido de la vida, desaparece el amor a los demás y carece de importancia que la amistad no sea para toda la vida. Puedo seguir, pero es digno de una reflexión profunda que en el mundo que vivimos, acabará siendo vista como postural.
    Como siempre Adolfo, haces pensar y mucho.
    Saludos y Gloria a Dios en las alturas, al menos Él nunca falla.
    Daniel

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