La coherencia es el único lujo que no nos podemos permitir perder
Albert Camus

Como parte de la preparación de mi conferencia y mesa de debate sobre “Ciencia y autenticidad” organizada el pasado 10 de marzo por los Amigos de la Real Academia de la Ciencia, realicé una encuesta en LinkedIn: ¿Estamos en una crisis de autenticidad? La respuesta fue contundente: el 93% de los 152 participantes votó que sí. Un resultado que refleja una percepción clara: vivimos un momento en el que la inmediatez, la imagen y la obsesión por resultados a corto plazo han desplazado la coherencia y la integridad.

Un diagnóstico que no es solo una percepción. El Global Risks Report 2025 del Foro Económico Mundial sitúa la desinformación deliberada y la falta de información entre los cinco principales riesgos, tanto a corto como a largo plazo.

Esto pone en evidencia la gravedad de la situación y cómo la manipulación de la verdad y la erosión de la confianza afectan a todos los niveles de la sociedad y se sitúa como uno de los grandes retos del futuro.

Síntomas de la crisis

La falta de autenticidad no es un problema aislado, sino un fenómeno transversal que afecta a la sociedad, la ciencia, las empresas, la política y los individuos. Veamos, en titulares, cómo se manifiesta en cada ámbito:

En la sociedad: La identidad como puesta en escena

Como desarrolla en su libro Guy Debord, vivimos en la “sociedad del espectáculo”, donde las redes sociales han convertido la autenticidad en una estrategia de imagen. Se premia la apariencia sobre la verdad, la validación externa sobre la esencia. Las relaciones se vuelven más superficiales y el éxito se mide en métricas efímeras como “likes” y seguidores.

En la ciencia: La presión por publicar antes que descubrir

La presión por publicar y obtener reconocimiento puede haber llevado a una crisis de autenticidad en la investigación. La búsqueda de impacto inmediato genera sesgos, fomenta la ciencia de titulares y debilita la legitimidad del conocimiento. En los casos en los que se prioriza la visibilidad sobre la verdad, la ciencia pierde su esencia.

En las empresas: Valores convertidos en marketing

Como explico en mi libro El valor de la Autenticidad, muchas organizaciones han vaciado de significado sus valores, utilizándolos como meras herramientas de branding. La sostenibilidad, la ética o la diversidad se comunican más de lo que se practican. La presión por resultados a corto plazo lleva a decisiones inconsistentes que, con el tiempo, erosionan la confianza y destruyen valor.

En la política: La normalización de la mentira

El poder y la imagen han eclipsado la coherencia. Los discursos están diseñados para captar atención y votos, pero pocas veces se convierten en acciones concretas. La mentira se ha normalizado y las promesas incumplidas han erosionado la confianza pública. En un entorno donde la estrategia comunicativa prima sobre la integridad, los líderes se alejan de la autenticidad, debilitando su credibilidad y dejando a la sociedad sin referentes sólidos. Cuando las palabras no se alinean con los hechos, la ciudadanía responde con escepticismo, desapego y, en muchos casos, con resignación que conduce a una democracia debilitada y una sociedad desencantada. La falta de autenticidad en el liderazgo no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que también alimenta el populismo, la polarización y la apatía ciudadana.

En los individuos: La dictadura de la aprobación externa

El miedo al rechazo y la necesidad de encajar han llevado a muchas personas a moldear su identidad en función de la validación social. Esto genera ansiedad, una doble identidad y un distanciamiento de los valores propios. Cuando vivimos para la aprobación ajena, dejamos de ser nosotros mismos.

Consecuencias de la crisis de autenticidad

La crisis de autenticidad ha debilitado la confianza en todos los ámbitos. A nivel social, la desconexión entre discurso y acción ha fomentado una cultura superficial donde la imagen importa más que la verdad. Esto genera escepticismo y relaciones más frágiles.

En el mundo empresarial, muchas compañías han usado valores como la sostenibilidad o la inclusión solo como estrategias de marketing, perdiendo credibilidad. Esto afecta la lealtad de los clientes, la motivación de los empleados y la capacidad de atraer talento genuino.

En el ámbito científico, la presión por resultados rápidos y la politización de ciertos descubrimientos han erosionado la confianza en la ciencia. La desinformación y la búsqueda de titulares llamativos han distorsionado el conocimiento, alejando a la sociedad de un debate informado.

En el ámbito político, la falta de coherencia entre promesas y acciones ha debilitado la confianza en las instituciones y ha generado una creciente polarización. Los ciudadanos, cada vez más escépticos, perciben a muchos líderes como figuras que priorizan la imagen y su poder sobre el compromiso real con sus propuestas. Como resultado, las decisiones políticas dejan de responder a principios sólidos y se rigen por tendencias efímeras, erosionando la capacidad de generar cambios estructurales. Esto está provocando un distanciamiento entre la clase política y la sociedad.

A nivel individual, la presión por proyectar una imagen ideal en redes sociales ha llevado a una desconexión con la propia identidad, afectando la autoestima y generando ansiedad. En el trabajo y la vida personal, muchas personas sienten que deben encajar en moldes artificiales para ser aceptadas.

Estrategias para recuperar la autenticidad

Para contrarrestar esta crisis, es clave fomentar el pensamiento crítico y la conversación honesta en la sociedad. Volver a valorar el diálogo genuino y el consumo consciente de información, permitirá construir relaciones más auténticas.

Las empresas deben alinear sus valores con sus acciones y apostar por la transparencia. No basta con decir que se es sostenible o inclusivo; deben demostrarlo con hechos. Comunicar desafíos y avances de manera honesta, ayuda a recuperar la confianza.

En el ámbito científico, se necesita mayor rigor y responsabilidad en la divulgación. Comunicar con claridad, sin exageraciones, y reforzar la independencia de la investigación evitará la desinformación y fortalecerá la credibilidad del conocimiento.

En la política, la única manera de recuperar la confianza es con coherencia. Los líderes deben demostrar con acciones lo que prometen y rendir cuentas a la sociedad. Más que discursos, se requiere una gestión basada en hechos verificables y en la construcción de políticas que reflejen un compromiso genuino con el bienestar común. Garantizar la transparencia y establecer mecanismos efectivos de evaluación y control permite, que la ciudadanía perciba una mayor autenticidad en la gestión pública.

A nivel personal, la clave es conectar con la propia identidad y reducir la dependencia de la validación externa. Ser auténtico implica mostrarse tal como uno es, sin necesidad de encajar en expectativas irreales. En redes sociales y en la vida real, priorizar la honestidad sobre la apariencia ayudará a construir relaciones más sólidas y satisfactorias.

Cómo vemos la crisis de autenticidad no es un problema aislado, sino un fenómeno que atraviesa todos los ámbitos de nuestra vida. Sin embargo, también representa una oportunidad para replantear nuestra forma de actuar, comunicarnos y relacionarnos con el mundo. La clave no está en construir mejores discursos, sino en demostrar con hechos la coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Solo a través de un esfuerzo consciente y sostenido podremos recuperar la confianza en las instituciones, en la ciencia, en las empresas y, sobre todo, en nosotros mismos.

¿Qué os parece? ¿Estamos realmente en una crisis de autenticidad? ¿Es general o solo afecta a algunos ámbitos?

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4 comentarios de “¿Estamos en una crisis de autenticidad?

  1. Luis Miguel Inglés Vallejo dice:

    Me parece genial, lo compartiría con algunos conocidos políticos, pero lo único que conseguiré es que me tilden de «facha». Qué gran diferencia entre las personas auténticas que he conocido en la empresa privada, donde sólo valen los hechos y los logros reales y ahora, que tengo más relación con el mundo público y oficial, donde todo o casi todo se anuncia o se promete sabiendo que no es verdad; me recuerda mucho al «ahorita» que se usa por algunos países de hispano-américa, que viene a significar nunca.

  2. Felix Ainsa dice:

    Muy interesante reflexión, que comparto plenamente. Al final, todo acaba en lo mismo, ÉTICA. O se tiene y se actúa como tal, o no se tiene, y pasa lo que pasa.

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