No puedes construir una reputación basada en lo que planeas hacer
Henry Ford

Cada vez hablamos más de autenticidad en los negocios, pero ¿realmente la practicamos? En el artículo que he publicado en la revista Harvard Deusto Business Review, analizo por qué muchas empresas dicen una cosa y hacen otra, y como la falta de autenticidad erosiona la confianza y el crecimiento sostenible.

Aquí os dejo sus ideas clave: 

El reto de la autenticidad en la era digital
En un entorno donde la mayoría de las empresas proclaman valores como innovación, sostenibilidad y transparencia, la verdadera diferenciación no radica en lo que dicen, sino en lo que hacen. La autenticidad empresarial no es un eslogan, sino el resultado tangible de la coherencia entre propósito, valores y hábitos diarios.

Hoy más que nunca, la autenticidad es un pilar clave para generar confianza con clientes, empleados e inversores. Sin embargo, la creciente complejidad del entorno empresarial —marcado por la digitalización acelerada, la presión por resultados inmediatos y unas expectativas cada vez más exigentes— dificulta que muchas organizaciones mantengan alineado su discurso con sus acciones.

A medida que las empresas crecen, se expanden y diversifican sus operaciones, sus estructuras tienden a volverse más rígidas y burocráticas, lo que puede diluir sus valores en la práctica diaria. Al mismo tiempo, la inteligencia artificial y el uso masivo de datos ofrecen grandes oportunidades, pero también plantean dilemas éticos que, si no se gestionan con integridad, pueden erosionar la credibilidad y confianza de la organización.

Los valores no marcan la diferencia, los hábitos sí
Los valores empresariales se han convertido en un estándar, repetidos hasta la saciedad en discursos y planes estratégicos. Sin embargo, lo que realmente importa no es lo que se dice, sino lo que se hace. La diferencia la marcan los hábitos, no las declaraciones.

Una empresa no es sostenible por afirmar que apuesta por la sostenibilidad, sino por integrarla en su cadena de suministro, sus decisiones de inversión y su impacto ambiental. No es ética porque lo proclame en un código de conducta, sino porque cada una de sus operaciones refleja ese compromiso.

La autenticidad no está en las palabras, sino en las acciones diarias. Solo cuando los valores se convierten en hábitos, dejan de ser promesas y se transforman en realidad.

Barreras que frenan la autenticidad
Aunque en teoría todos comprendemos cómo deberían actuar las organizaciones, en la práctica, transformar los valores en hábitos empresariales enfrenta una serie de obstáculos que dificultan su implementación real:

  • Presión por el corto plazo: La obsesión por resultados inmediatos muchas veces lleva a decisiones que contradicen los valores de la empresa.
  • Digitalización sin estrategia: Adoptar tecnología sin una visión clara puede generar incoherencias y desconexión con los valores fundamentales.
  • El peso del statu quo: Muchas organizaciones se resisten al cambio bajo la excusa de «siempre se ha hecho así».
  • Silos organizativos: La falta de colaboración entre áreas impide una alineación real entre estrategia y ejecución.
  • Obsesión por la imagen externa: Priorizar la percepción pública sobre la identidad real de la empresa genera prácticas superficiales y pérdida de credibilidad.
  • Liderazgo inconsistente: Si los líderes no predican con el ejemplo, la autenticidad se desvanece.

Las dinámicas de valor: el puente entre los valores y la acción
Para superar estas barreras, las empresas deben adoptar un modelo de gestión basado en siete dinámicas de valor, que transforman los principios en hábitos concretos:

Integridad: Sin este pilar, el resto pierde sentido. La integridad debe ser la base de cada decisión.
Compromiso con el cliente: Construir relaciones genuinas basadas en confianza y transparencia.
Desarrollo de las personas: Fomentar el aprendizaje continuo y la evolución del talento interno.
Gestión ética de los datos: Usar la información con responsabilidad y transparencia.
Innovación: Adoptar una cultura de mejora continua sin perder la coherencia con los valores.
Colaboración: Romper los silos organizativos para impulsar el trabajo en equipo.
Sostenibilidad: Integrar prácticas responsables como parte central del negocio, no solo como estrategia de marketing.

Medir para mejorar
Muchas empresas analizan sus resultados financieros en tiempo real, pero pocas tienen indicadores para evaluar su autenticidad y, como sabemos, lo que no se mide, no se mejora.

Hoy en día, la tecnología permite medir el impacto de las dinámicas de valor en la cultura organizacional mediante encuestas, análisis de datos y herramientas de monitorización. Incorporar estos sistemas es clave para gestionar la autenticidad de una forma estratégica.

Conclusión: La autenticidad como ventaja competitiva
Las organizaciones auténticas son aquellas que logran que sus valores no sean solo palabras, sino hábitos diarios. En un mercado cada vez más exigente, la coherencia entre lo que una empresa dice y lo que hace será el factor diferencial que determinará su éxito y sostenibilidad a largo plazo.

Pregunta para reflexión: ¿Los valores son los hábitos de tu organización? 

Te animo a compartirlo con aquellas personas a las que consideres que les puede interesar

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4 comentarios de “Autenticidad: de los valores a los hábitos empresariales

  1. Fernando Gómez de Calatrava dice:

    En el caso de las PYMES y MicroPymes creo que los valores de la organización van intrínsecamente unidos a los valores de los fundadores y dirigentes. Y estos valores son los aprendidos tanto en el ámbito familiar como en las experiencias profesionales previas a la creación de la empresa. Si estos valores no coinciden con los hábitos diarios de la empresa, no tiene la misma ninguna posibilidad de supervivencia.

  2. Ignacio Babé dice:

    La excelencia es un arte ganado con entrenamiento y hábito. No actuamos correctamente porque tengamos virtud o excelencia, sino que las tenemos porque hemos actuado correctamente. Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto sino un hábito. Aristóteles

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