“No se envejece por el tiempo vivido, sino por los sueños abandonados”
Gabriel García Márquez
Siempre he pensado que la jubilación no solo ocurre al final de nuestra carrera profesional, sino que a veces comenzamos a «jubilarnos» de la vida mucho antes, cuando dejamos de hacer cosas, nos acomodamos y abrazamos una rutina que limita nuestra vitalidad y nuestra capacidad de crecer. Sin darnos cuenta, podemos convertirnos en espectadores pasivos de nuestra propia existencia.
Incluso, en alguna una ocasión, he comentado que algunos parecen haber nacido jubilados, por su escaso interés en crecer y su tendencia a evadir cualquier desafío que los saque de su zona de confort.
La trampa de la comodidad
El confort genera adicción ¿No os parce?
Nos ofrece una sensación de seguridad y está lleno de pequeños placeres que hacen que nuestra vida parezca tranquila y sin sobresaltos. Pero también puede convertirse en una trampa.
Cuanto más tiempo pasamos en nuestra zona de confort, más difícil se vuelve salir de ella. Dejamos de aceptar nuevos retos, de buscar experiencias diferentes y de aprender. Poco a poco, dejamos de hacer aquellas cosas que antes nos llenaban de energía.
Señales de que te puedes estar jubilando de la vida
Quizás uno de los aspectos más relevantes sea reconocer esas pequeñas señales que indican que estamos empezando a “desconectarnos”:
- Rechazo constate de los nuevo: excusas como “ya no estoy para esto” o “es demasiado tarde para mí”.
- Pérdida de curiosidad: La vida empieza a verse como algo rutinario y predecible. Lo desconocido deja de ser un campo de exploración y se percibe como una amenaza.
- Abandono de hobbies y proyectos: Dejamos de lado pasiones que solíamos disfrutar porque “requieren demasiado esfuerzo”.
- Conformismo emocional: Nos acostumbramos a estados de ánimo bajos y aceptamos que “así son las cosas”.
- Descuido de hábitos saludables: Desistimos de la rutina del ejercicio físico y mental o de la adecuada alimentación.
La sociedad y la jubilación anticipada de la vida
A lo largo de nuestra historia, las costumbres sociales han jugado un papel fundamental en moldear nuestras expectativas respecto al ciclo de la vida: estudiar, trabajar, retirarse y descansar. Una narrativa que, aunque cómoda, resulta muy peligrosa pues puede convertirse en un dogma que impulsa una «jubilación anticipada de la vida».
La presión social y en muchos casos laboral para cumplir con estereotipos de comodidad y estabilidad puede llevarnos a abandonar proyectos personales y aspiraciones mucho antes de tiempo.
En ocasiones, se idealiza el pensamiento de «haberlo conseguido todo» como sinónimo de estabilidad absoluta, cuando en realidad puede ser la antesala de un estancamiento. De manera similar, una gestión del tiempo mal entendida puede conducir a la inactividad tanto mental, como física convirtiéndose en una trampa de conformismo que frena nuestra evolución y el descubrimiento de nuevas experiencias enriquecedoras.
Consecuencias de abrazar la pasividad
El problema real de retirarnos de la vida antes de tiempo es que nos empobrecemos emocional, social y mentalmente. Parece evidente que la inactividad puede fomentar sentimientos de frustración y vacío. Seguro que todos tenemos ejemplos de personas próximas que están en esta situación por inactividad.
Estudios como los de la OMS sobre envejecimiento saludable o publicaciones de la Harvard Medical School, que he tenido la curiosidad y oportunidad de leer, demuestran que mantenernos activos y curiosos retrasa el envejecimiento cognitivo y mejora nuestra salud.
Por otro lado, renunciar a ciertos retos por comodidad también nos desconecta de las personas. Dejamos de vivir momentos significativos y, con el tiempo, nuestra vida se vuelve más pequeña y solitaria. Como decía Dale Carnegie «La inacción alimenta el miedo. La acción alimenta la confianza».
El arte de mantenerse vital
La buena noticia es que nunca es tarde para revertir esta tendencia. La vitalidad y las ganas no dependen de la edad, sino de la actitud, por lo tanto, siempre es el momento (ahora es un momento magnífico) para abandonar la “jubilación anticipada de la vida”, reactivando la curiosidad, volviendo a buenos hábitos abandonados, retomando hobbies perdidos, abrazando el aprendizaje continuo o emprendiendo nuevos proyectos o iniciativas que nos motiven.
Una actitud que no busca llenar cada momento con obligaciones, sino activarnos para no desperdiciar lo más valioso que tenemos: el tiempo.
El retorno del propósito
Todas estas ideas adquieren un mayor significado si volvemos a situar nuestro propósito como faro de los cambios que queremos realizar.
El retorno al propósito es una invitación a reconectar con aquello que nos impulsa y da sentido a nuestras decisiones, pero sin perder de vista lo cotidiano.
En algún caso, se tratará de hacer algún gran cambio, pero en general se trata de ajustar el rumbo con pequeños gestos significativos. Lo que Steven Handel explica maravillosamente en su libro “Pequeños hábitos grandes cambios”.
Esto puede ser retomar una actividad que nos hacía sentirnos realizados, compartir momentos de calidad con quienes nos importan o fijarnos nuevos objetivos alcanzables que nos ilusione.
Al final, cada vez estoy más convencido que, lo que cuenta no es llegar a un destino perfecto, sino vivir el presente con intención y autenticidad.
Y como el movimiento se demuestra andando, la San Silvestre 2024, me pareció un momento perfecto para poner en práctica estas teorías.
Mis mejores deseos para el 2025
Me encanta esta forma de ver la vida
Es más divertida!
Además de que no puedo estar más de acuerdo contigo querido Adolfo, me alegra tanto verte en la San Silvestre, con lo que implica de reto físico y personal, que esta imagen no puede ser sino inspiración para quienes como yo queremos seguir en la senda activa y tu imagen lo dice todo. ¡Enhorabuena! y a por la siguiente. Un abrazo.
Manuel, hay que ser un poco rebelde con el tiempo y la sociedad que muchas veces te van llevando a un sitio al que todavía no quieres ir. ¿no te parece?
Yo creo que la clave está en lo que dices que las ganas y vitalidad no dependen de la edad sino de la actitud. A cuantos hemos conocido que decíamos de ellos que habían nacido mayores!!!.
Pero también hay que entender, e incluso aplaudir, a aquellos que después de un periodo largo de su vida con una “monodedicación”, deciden utilizar una siguiente fase a ampliar su campo de actuación abandonando, a pesar contar con un bagaje excelente, una parte de su actividad anterior y emprender nuevas tareas y aficiones que les conecten, o reconecten, con su entorno familiar y amigos, e incluso consigo mismos. Eso no creo que sea jubilarse en vida, sino disfrutar de una vida diversificada.
Estoy completamente de acuerdo contigo Félix. Con 57 años estoy cursando un máster de dos años, obviamente mi fuerza es diferente después de más de 30 años intensos laboralmente pero mi actitud no ha cambiado, lo que sí lo ha hecho es la prioridad de lo que uno quiere y lo que no quiere. ¡Qué importante es descubrirlo aunque sea con 50 y pico!. En este nuevo espacio de la vida uno tiene que encontrarse pronto y bien, especialmente porque hoy hay empresas que miran a otros lados y esperan que te “diluyas”.
Os deseo un 2025 lleno de salud, propósitos y bendiciones 😉
Me ha encantado este post, Adolfo, y la forma en que has definido que nos empezamos a marchitar cuando dejamos de tener ilusión y proyectos, independientemente de la edad. Feliz 2025!
Gracias Gracia.
Lamentablemente es una situación que me encuentro más a menudo de lo que me gustaría.