“La verdad no da dividendos inmediatos, pero paga los mejores intereses a largo plazo”
Richard Bach
Tanto a nivel profesional como empresarial, el éxito es el objetivo por excelencia. Triunfar, crecer, diferenciarse. Pero a veces, en el camino hacia ese éxito, surgen atajos como verdades a medias, discursos maquillados, promesas imposibles. En definitiva, mentiras que se justifican como necesarias para avanzar más rápido o sobrevivir en un entorno muy competitivo. Un escenario en el que aparece una pregunta incomoda ¿es necesario mentir para triunfar?
La tentación de la mentira útil
En la práctica, muchas veces no se trata de grandes engaños, sino de pequeños ajustes en el relato: exagerar resultados, suavizar problemas, atribuir logros que no son propios. Este tipo de “mentiras útiles” pueden parecer inofensivas, incluso estratégicas, pero generan una erosión silenciosa en la cultura de la organización: debilitan la confianza, distorsionan la toma de decisiones y alimentan una visión del éxito desvinculada de los valores.
Seguro que, en el ámbito individual, a todos se nos vienen a la cabeza más de un “colega” que ha ido escalando niveles en la organización gracias a este tipo de mentiras útiles, y siendo sincero, en algún que otro caso con bastante éxito. Pero la realidad es que, salvo algún especialista de la mentira y del discurso vacío, desaparecieron con la misma rapidez con la que aparecieron.
Triunfar a cualquier precio … ¿vale la pena?
No.
Afortunadamente, clientes, empleados, inversores y la sociedad en general exigen, cada vez más, coherencia. No basta con tener un propósito inspirador si no se refleja en las decisiones y los comportamientos. Las organizaciones que mienten o disfrazan la realidad pueden lograr resultados a corto plazo, pero difícilmente construyen una reputación sólida y sostenible. El precio del autoengaño suele llegar con intereses.
Hoy, cómo generas el negocio es tan importante, e incluso más, que el negocio qué generas.
El papel del liderazgo
Como desarrollo en profundidad en El valor de la autenticidad, aquí es donde el liderazgo marca la diferencia. Un liderazgo auténtico no solo gestiona resultados: representa valores, inspira desde el ejemplo y protege la verdad, especialmente cuando es incomoda.
En tiempos de incertidumbre como los actuales, los equipos no necesitan héroes perfectos, sino líderes honestos que reconozcan errores, expliquen decisiones difíciles y mantengan la integridad como un pilar no negociable.
Liderar desde la autenticidad no es ingenuidad ni debilidad. Es una estrategia poderosa que construye confianza, reputación y compromiso. Las marcas que dicen la verdad, que reconocen sus límites y que actúan con coherencia, ganan credibilidad y construyen un futuro de éxito.
Los líderes que practican la transparencia generan equipos más comprometidos, innovadores y resilientes. Y eso, si es una ventaja competitiva difícil de copiar.
La autenticidad no es una alternativa, es la alternativa
La mentira puede parecer un atajo fácil, pero es un camino que tarde o temprano lleva a la autodestrucción. El verdadero éxito, el que se construye sobre una base sólida y ética, solo es posible cuando se lidera con autenticidad. No es cuestión de elegir entre mentir o fracasar, sino de reconocer que el valor de la verdad, aunque a veces no sea el camino más rápido, es lo que asegura un futuro realmente exitoso y sostenible. La autenticidad no es solo un valor empresarial, es una necesidad para la sobrevivencia a largo plazo en cualquier sector.
Si quieres construir una organización que prospere en el tiempo, que inspire confianza y que sea capaz de adaptarse con éxito a los cambios, la única opción viable es ser auténtico. La verdad, aunque no siempre sea fácil, es la única base sobre la que se construye el liderazgo y las empresas de valor.
¿Hay atajos para triunfar¿ ¿Qué te parece?