La última de las libertades humanas es elegir nuestra actitud ante cualquier circunstancia
Viktor Frankl

Cada vez tengo más claro que la Inteligencia Artificial Generativa ha llegado para revolucionar la forma en que trabajamos, pensamos y creamos. Su capacidad para generar textos e incluso planes completos en cuestión de segundos es increíblemente atractiva, pero también conlleva ciertos riesgos que no debemos ignorar.

Es una herramienta poderosa que nos permite avanzar más rápidamente en tareas laboriosas o rutinarias, pero en esta facilidad radica también una tentación peligrosa: la de entregar a la IA responsabilidades que deberían permanecer en nuestras manos.

Uno de los riesgos más inmediatos es la pérdida progresiva del pensamiento crítico. Cuando dejamos que la IA escriba nuestros primeros borradores de manera sistemática, corremos el peligro de acostumbrarnos a perder la profundidad de nuestros trabajos. 

Además, aceptar sin un análisis adecuado el contenido generado automáticamente puede llevarnos a dejar de cuestionar la calidad, relevancia y originalidad de nuestras ideas. En lugar de aportar nuestra visión única, terminamos simplemente puliendo algo que no hemos concebido desde el principio e, incluso, que puede no reflejar fielmente nuestros pensamientos, pero que parece ‘suficientemente bueno’ en un contexto donde el tiempo es limitado.

Este riesgo está estrechamente ligado a otro desafío importante: la erosión de nuestra creatividad. La creatividad nace del esfuerzo mental, de la confrontación con la hoja en blanco y de la búsqueda de conexiones originales entre conceptos aparentemente dispares.

La IA, al ofrecernos contenidos rápidos y aceptables, podría disuadirnos inconscientemente de ese esfuerzo creativo que fortalece nuestras habilidades cognitivas y contribuye a que produzcamos ideas verdaderamente originales y significativas.

La tentación del click es muy poderosa, como dicen en la mítica saga de George Lucas, y esa facilidad con que generamos contenido automático, también amenaza con reducir la calidad y profundidad de nuestro pensamiento. 

Es tentador pensar que, dado que la IA puede escribir sobre prácticamente cualquier tema, podemos delegar todo tipo de tareas en ella. Sin embargo, si permitimos que la IA tome decisiones cruciales sobre el rumbo de nuestros argumentos o narrativas, podríamos acabar produciendo textos o planes superficiales y genéricos. 

La verdadera calidad, profundidad y autenticidad provienen de nuestra capacidad para elaborar, discutir y cuestionar desde la raíz.

Corremos el riesgo de que la IA pase de ser una herramienta que complementa nuestras habilidades a convertirse en un sustituto de nuestro esfuerzo. En un mundo acelerado, la tentación de optimizar procesos al máximo es sumamente seductora.

Pero esta optimización puede llevarnos a perder la esencia misma de lo que significa pensar, crear y decidir por nosotros mismos. Debemos mantener claro que aspectos podemos confiar a la IA y cuáles requieren nuestra implicación plena y consciente.

Por eso, la clave está en decidir conscientemente que tareas dejamos en manos de la IA y cuáles reservamos para nuestro propio esfuerzo intelectual. Por ejemplo, la IA puede ayudarnos enormemente en procesos iniciales de investigación, organización y estructura preliminar. Pero deberíamos reservar para nosotros la fase de reflexión crítica y creativa, esa que define la calidad y profundidad de nuestro pensamiento y nuestro trabajo.

El uso inteligente de la IA implica reconocer que esta tecnología no es un fin en sí misma, sino un medio valioso para potenciar nuestra productividad y expandir nuestras capacidades. 

Debemos aprovecharla como una herramienta complementaria que nos permita enfocarnos en lo esencial: el desarrollo de ideas propias, originales y bien fundamentadas.

Utilizar la IA con inteligencia significa mantenernos alerta frente a la tentación del click fácil y rápido. Necesitamos establecer límites claros para evitar la pérdida de pensamiento, creatividad y profundidad intelectual. De este modo, aseguraremos que la IA no solo nos ayude a crecer profesionalmente, sino que también fortalezca, en lugar de debilitar, nuestra capacidad para pensar y crear como seres humanos. Este equilibrio es indispensable para seguir avanzando y desarrollando todo nuestro potencial.

Ethan Mollick, en su trabajo Cointeligencia, desarrolla en profundidad y desde otras perspectivas esta idea.

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2 comentarios de “La IA y la tentación del click

  1. GEMA LLORET MIÑANA dice:

    Muy buena reflexión Adolfo. No puedo estar más de acuerdo. Un uso excesivo e inadecuado de la IA acabará atrofiando la mente de muchos.

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