“La honestidad y la transparencia te harán vulnerable. De todos modos, sé honesto y transparente”
Madre Teresa

Un bien escaso
Cada día estoy más convencido que vivimos en una era donde la autenticidad se está convirtiendo en un bien escaso. Seguro que estaréis de acuerdo conmigo que encontrar personas, profesionales y empresas que sean genuinos, transparentes y auténticos es cada vez más difícil (en el ámbito político del difícil pasamos al imposible).

Lo que debería ser la norma, la base de nuestras interacciones y relaciones, se está transformando en la excepción. Así, nos encontramos con que la expresión «wow», que tradicionalmente se asocia con grandes experiencias y sorpresas agradables, ahora lamentablemente, la estamos aplicando cuando alguien cumple una promesa sin fanfarria, cuando una empresa actúa con integridad y no presume de ello.

Una triste realidad
En un mundo ideal, no deberíamos sorprendernos cuando las personas y las empresas cumplen sus promesas. Sin embargo, en la actualidad, la integridad y la honestidad son cada vez más raras y nos maravillamos ante ellas. Este cambio, en el significado de «wow» puede estar reflejando una triste realidad: estamos perdiendo la capacidad de confiar automáticamente en la palabra de los demás. La autenticidad, un valor que debería ser universal y tan natural como respirar, está en peligro de extinción.

La necesidad de volver a los fundamentos
Obvio, pero es un imperativo volver a lo básico, a la esencia y situar la sinceridad y la honestidad en el centro de nuestras vidas y negocios. La autenticidad no solo es deseable, sino que es esencial para nuestro crecimiento y éxito. La falta de autenticidad tiene consecuencias devastadoras en nuestras relaciones personales, en la confianza del consumidor y en la cohesión social. Cuando las personas y las empresas no actúan de acuerdo con sus palabras, crean un ambiente de desconfianza y cinismo que socava la base misma de nuestra sociedad.

En el ámbito empresarial
Como decíamos en el post “la autenticidad: motor de rentabilidad”, las empresas auténticas no solo cumplen sus promesas, sino que lo hacen sin buscar reconocimiento o aplausos. No se vanaglorian de hacer lo correcto porque, para ellas, actuar con integridad es simplemente parte de su naturaleza. 

Este tipo de comportamiento debería ser la norma y no la excepción. Las empresas que operan con autenticidad tienden a desarrollar relaciones más fuertes y duraderas con sus clientes, empleados y socios. La confianza que generan se traduce en lealtad, repetición de negocios y una reputación positiva que es clave en el mercado competitivo de hoy.

En el ámbito profesional
La autenticidad también es, obviamente, fundamental en el ámbito profesional. Los profesionales que son auténticos y transparentes en sus acciones y comunicaciones construyen relaciones más sólidas y efectivas con sus colegas y superiores. 

La confianza y el respeto que generan los hacen más efectivos en sus roles y les permiten avanzar en sus carreras de manera sostenible. 

Además, la autenticidad no solo mejora el ambiente laboral, sino que también impulsa la innovación y la colaboración, ya que se genera el ambiente propio para ello.

Todos hemos conocido hipócritas con carreras fulgurantes, pero al final, mi experiencia me ha demostrado que son las personas honestas y genuinas quienes construyen legados duraderos y relaciones de confianza que perduran más allá del éxito superficial.

Inevitable referencia a la política
En el ámbito político, falta de autenticidad es sin duda más evidente y dañina. Los ciudadanos estamos cansados de promesas vacías y de líderes que no actúan de acuerdo con sus palabras. 

Una desilusión que nos ha llevado a un aumento del cinismo y la apatía política, lo que a su vez, inevitablemente, debilita nuestra democracia. 

Es urgente (tengo que ponerlo, aunque no tengo demasiadas esperanzas) que los líderes políticos vuelvan a los principios básicos de honestidad y transparencia. Solo entonces, podrán recuperar la confianza del ciudadano y trabajar de manera efectiva para el bien común.

¿Qué ocurriría si algún partido o movimiento realmente fuera auténtico y en lugar de pensar en su poder y generar permanentemente confrontación con los adversarios (que por cierto, no genera ningún valor para los ciudadanos, sino todo lo contario) pensara y actuara genuinamente en el desarrollo de los ciudadanos y la sociedad? Ahí lo dejo por si alguien se anima.

Empecemos por nosotros
Para que la autenticidad vuelva a ser la norma, debemos empezar por nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de actuar con integridad y ser sinceros en nuestras interacciones diarias. Esto significa, cumplir nuestras promesas, ser transparentes sobre nuestras intenciones y reconocer nuestros errores cuando los cometemos. 

«Sé el cambio que deseas ver en el mundo”, dijo Mahatma Gandhi.

Al hacerlo, no solo mejoramos nuestras relaciones personales, sino que también contribuimos a crear una cultura de autenticidad y confianza en nuestras comunidades y lugares de trabajo

Adolfo Ramírez | Post 320

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