“La claridad precede al éxito”
Robin Sharma
Es innegable que algunas organizaciones se encuentran culturalmente más avanzadas en cuanto al entendimiento y la adopción de las nuevas tecnologías, comprendiendo profundamente los impactos y las transformaciones que estas provocan, tanto en sus estrategias y procesos de negocio, como en sus profesionales.
Este nivel de adaptación y comprensión no solo refleja una capacidad para mantenerse al día con las tendencias tecnológicas, sino que también demuestra un compromiso con la evolución continua y la mejora de la eficiencia operativa.
Dentro de este contexto de adaptación y avance, me gustaría resaltar una práctica particularmente relevante que, a mi juicio, debería ser adoptada de manera más amplia por las organizaciones.
Se trata del hábito de explicar por qué se ha seleccionado una determinada alternativa sugerida por la Inteligencia Artificial (IA), en detrimento de otras opciones disponibles.
Esta práctica no solo es un indicador de transparencia y responsabilidad por parte de la empresa, sino que también fomenta un ambiente de confianza y comprensión entre los empleados, la dirección y los stakeholders.
Superando el problema de la caja negra
Avanzando más allá de la mera adopción de la tecnología, se observa una creciente necesidad de abordar y superar el desafío de la “caja negra” en la aplicación de la Inteligencia Artificial (sistemas o algoritmos cuyos procesos internos de toma de decisiones o funcionamiento son opacos o incomprensibles para los usuarios y observadores externos).
Esta referencia al misterio que suele rodear los procesos de decisión de los sistemas de IA, ha sido un punto de fricción especialmente en contextos donde la toma de decisiones debe ser explicada o justificada (que deberían de ser todos).
La eliminación de este problema, cuando se consigue, representa un avance significativo hacia la democratización del conocimiento de los sistemas, permitiendo que los usuarios no solo se beneficien de las recomendaciones de la IA, sino que también entiendan las razones subyacentes detrás de estas sugerencias.
Es incuestionable que esto facilita un nivel más profundo de análisis y valoración crítica, asegurando que las decisiones adoptadas estén alineadas con los objetivos estratégicos y éticos de la organización.
Un impacto positivo e imprescindible en la cultura
La implementación de prácticas que fomentan la explicación y justificación de las decisiones tomadas por sistemas de IA, no es solo una cuestión de transparencia y responsabilidad; es también un paso hacia la creación de una cultura que valora la transparencia, la ética y la confianza. Al hacer que los procesos de decisión sean más transparentes, las organizaciones pueden garantizar que sus empleados, clientes y otras partes interesadas comprendan y confíen en las capacidades y resultados de la IA.
Una de las ventajas más significativas de adoptar esta práctica es el fomento de un entorno colaborativo, donde el “diálogo con las máquinas” no solo es posible, sino que se convierte en un componente crítico del proceso de innovación. Al entender cómo y por qué se toman ciertas decisiones, los equipos pueden colaborar más efectivamente con la tecnología, utilizando este entendimiento para impulsar la innovación y la mejora continua.
Los que hemos implantado modelos y sistemas, sabemos que generar confianza desde el primer momento es esencial para la adopción y éxito de cualquier cambio o innovación. En este caso, cuando la organización se esfuerza por explicar las decisiones basadas en IA, están enviando un mensaje claro “confiamos en la tecnología que usamos y queremos que vosotros también confiéis”.
Además, es una práctica que sirve como herramienta para el aprendizaje continuo, tanto para los desarrolladores y gestores de la tecnología como para los usuarios finales.
El reto de avanzar hacia un futuro más transparente y ético
Al priorizar la transparencia y la explicabilidad, las organizaciones pueden asegurar (o por lo menos ponen los medios para hacerlo) que sus sistemas de IA se utilicen de manera ética y justa, minimizando así los riesgos de malentendidos o de uso indebido de la tecnología.
Esto no solo es esencial para la aceptación general de la IA, sino también para su potencial aplicación a largo plazo.
En definitiva, la buena práctica, que han empezado a desarrollar algunas empresas, de explicar las decisiones tomadas por la IA no es un lujo, sino una necesidad de la era digital que representa un compromiso con la transparencia, la ética y la mejora continua.