“Actuar sin pensar es como disparar sin apuntar”
Berti Charles Forbes

No nos equivocamos al afirmar que el imperativo del corto plazo ha adquirido una preponderancia alarmante.

Actuar sin pensar
La presión por resultados inmediatos, alimentada por expectativas de los accionistas o fondos y el ritmo acelerado del mercado, lleva a muchas organizaciones a actuar sin una planificación estratégica adecuada y en muchas ocasiones a sacrificar sus buenos principios.

Un fenómeno, éste de actuar sin pensar, que últimamente se está imponiendo en los modelos de gestión y que tiene consecuencias nefastas, tanto internamente como en la posición de la empresa en el mercado.

Nos puede faltar tiempo para muchas cosas, pero no para definir el rumbo.

Impacto interno y externo
Cuando una empresa se sumerge en la vorágine del corto plazo sin una dirección clara, los problemas no tardan en aparecer. Internamente, los equipos se ven afectados por una falta de coherencia y propósito. Los constantes cambios de rumbo generan confusión y desmotivación entre los empleados, quienes se sienten como piezas desechables en un juego caótico.

Externamente, la ausencia de una estrategia bien pensada se refleja en productos y servicios que no cumplen con las expectativas del mercado. La falta de enfoque lleva a lanzar ofertas desenfocadas, mal alineadas con las necesidades de los consumidores. Como resultado, la satisfacción del cliente disminuye y la reputación de la empresa se ve comprometida. Un servicio deficiente y productos mal concebidos erosionan la confianza de los consumidores, afectando directamente las ventas y, en última instancia, la posición competitiva de la empresa en el mercado.

Como dijo Peter Drucker “No hay nada tan inútil como hacer con gran eficiencia algo que no debería haberse hecho en absoluto” y en las organizaciones hay verdaderos expertos, os lo digo por experiencia, en “hacer nada a toda leche”.

La presión por obtener resultados a corto plazo no es exclusiva de algunas empresas, sino un elemento común en todos los negocios. La diferencia radica en la cultura y la dinámica de cada empresa. Algunas desarrollan una estrategia y la ejecutan con éxito. Otras, aunque cuentan con una estrategia, se ven abrumadas por las demandas del día a día y se desvían de ella. Un tercer grupo intenta operar sin pensar y por lo tanto sin una estrategia definida, lo cual suele tener las consecuencias que nos podemos imaginar.

Una práctica idónea para no innovar
Además, la falta de planificación estratégica limita la capacidad de la empresa para innovar. La innovación no es un acto impulsivo, sino un proceso que requiere tiempo, recursos y una visión clara del futuro. Sin una estrategia que guíe estos esfuerzos, las empresas se encuentran reaccionando a los cambios del mercado en lugar de anticiparse a ellos. La consecuencia es un estancamiento que deja a la empresa vulnerable frente a competidores más ágiles y estratégicamente orientados.

La gestión de riesgos
La gestión del riesgo es otra área crítica que se ve comprometida cuando se actúa sin pensar. Las decisiones apresuradas, tomadas sin una evaluación adecuada de los riesgos, pueden llevar a crisis evitables. Sin planes de contingencia, la empresa se expone a impactos negativos que podrían haberse mitigado con una preparación adecuada. La respuesta a estas crisis suele ser desorganizada y costosa, tanto en términos financieros como reputacionales.

Está claro, es mejor pensar
En conclusión, priorizar el corto plazo a expensas de una planificación estratégica sólida tiene efectos adversos en múltiples frentes. Las empresas deben encontrar un equilibrio entre las demandas inmediatas y la necesidad de una visión a largo plazo. Solo así podrán asegurar su crecimiento sostenible en el tiempo, la satisfacción de sus clientes y empleados, y su posición competitiva en el mercado.

Esto implica un liderazgo de valor, que sea capaz de resistir la presión del corto plazo y definir y mantener un enfoque estratégico sólido alineado con el propósito de la compañía.

Pensar y planificar no es un lujo, sino una necesidad imperativa para el éxito empresarial duradero.

En una sencilla encuesta (sin número suficiente para tener valor estadístico, pero creo que, suficiente para posicionar el problema) los participantes se situaban mayoritariamente en el segundo tipo de empresa, es decir en las que tienen una estrategia devorada por el día a día y los resultados a corto.

Si te animas, me encantaría conocer tu opinión al respecto.

En el primer capítulo de “El valor de la autenticidad” encontrarás desarrolladas estas ideas.

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2 comentarios de “El riesgo de operar sin pensar

  1. Daniel dice:

    Buenos días Adolfo
    Es un viejo conocido en los negocios, un problema completamente vigente que se reactiva en estos momentos convulsos de transformación acelerada. Demasiado modelo operativo, incluso en ocasiones de excelencia y de eficiencia, sea como fuere sin una planificación estratégica casi todo se revela como ocurrencia.

    • Adolfo Ramírez Morales dice:

      «Sin una planificación estrategia casi todo se revela como ocurrencia» … Estamos invadidos por las ocurrencia.

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