“La primera vez que me engañes, será culpa tuya: la segunda vez, la culpa será mía”
Proverbio árabe

Creo que todos estamos de acuerdo en que, en el panorama actual donde la información nos desborda y resulta muy difícil catalogar las fuentes como ciertas o inciertas, la transparencia es más necesaria que nunca.

En el ámbito empresarial, tanto la integridad como la sinceridad son valores fundamentales que sustentan la confianza de los clientes, empleados y socios. Sin embargo, la tentación de recurrir a la mentira puede surgir en diversas situaciones, ya sea para evitar una crisis inmediata, manipular una percepción o cerrar un trato. Aunque a primera vista la mentira pueda parecer una solución fácil y sin coste, la realidad es que sus consecuencias pueden ser devastadoras y de largo alcance.

Trampas en la gestión

La mentira, en la gestión interna de una organización, puede adoptar muchas formas: desde la falsificación de informes y manipulación de datos hasta promesas vacías a los empleados, pasando por la ocultación de problemas críticos o la creación de una falsa sensación de seguridad laboral.

Cuando los directivos optan por esta práctica, crean, lógicamente, un entorno de desconfianza y desmoralización. Los profesionales al visualizar las inconsistencias y falsedades pierden la motivación y el compromiso con la empresa. Es posible que esos directivos estén consiguiendo resultados a cortos, pero su recorrido es muy limitado y su recuperación en términos de confianza prácticamente imposible, porque podemos perdonar muchas cosas, pero no la mentira.

La mala idea de mentir en el mercado

Por otro lado, la reputación de una empresa es su activo más valioso, ser descubierto mintiendo o diciendo medias verdades es la forma idónea de arruinar la confianza de los consumidores y dañar irreparablemente la imagen de la marca.
Las redes sociales y la digitalización han aumentado la capacidad de comunicación de las marcas, pero también la visibilidad y la velocidad con la que se puede difundir la información, haciendo que las mentiras sean más fácilmente descubiertas y ampliamente divulgadas.

Cuando las empresas optan por mentir a los consumidores, ya sea sobre la calidad de un producto, sus características o sus condiciones de venta, están cavando su propia tumba. Los consumidores estamos más informados que nunca, y tenemos a nuestra disposición múltiples plataformas para expresar nuestras quejas y compartir nuestras experiencias.

Legal ¿pero ético?

En muchos casos, las prácticas engañosas pueden no infringir la ley de manera directa, pero esto no las convierte en aceptables desde una perspectiva ética. La línea entre lo legal y lo ético es delgada y no es difícil encontrar empresas que se escudan en la legalidad para justificar comportamientos moralmente cuestionables.

Sin embargo, actuar dentro de los márgenes legales, pero fuera de los estándares éticos, puede tener consecuencias igualmente dañinas para la reputación y sostenibilidad a largo plazo de la compañía.

Las compañías que adoptan una postura ética robusta y no solo cumplen con las leyes, sino que también se comprometen a ser transparentes y sinceras en todas sus interacciones, finalmente son reconocidas en el mercado. La ética empresarial va más allá del cumplimiento legal; como dijo C.S. Lewis “implica hacer lo correcto incluso cuando nadie está mirando”.

La sinceridad como pilar del éxito

En mi nuevo libro “El valor de la autenticidad” identifico la sinceridad como unos de los pilares de la autenticidad.
Las empresas que adoptan la transparencia y la honestidad como principios rectores, disfrutan de relaciones más fuerte y duraderas con sus empleados, clientes y socios. La confianza se construye con el tiempo y se mantiene a través de acciones coherente y una comunicación abierta.

La hora del consumidor activo

La digitalización, como desarrollé en “Digitalízate o desaparece”, nos ha otorgado superpoderes a los consumidores. Estas habilidades extraordinarias nos permiten tener un acceso sin precedentes a la información y a la capacidad de influir en el mercado. Sin embargo, estas capacidades no sirven de nada si no las utilizamos para, por un lado, realizar un consumo más responsable, dejando de comprar a las marcas que nos mienten, y por otro, compartir nuestras experiencias en la red.

En un contexto, como el actual, de invasión de información y noticias, muchas de ellas falsas, parece el momento idóneo para aprovechar nuestros poderes y utilizar nuestras voces amplificadas por las redes sociales y otras plataformas digitales para demandar transparencia y ética de las empresas. Al ejercer nuestros poderes como consumidores informados, podemos fomentar prácticas comerciales más justas y sostenibles. Comprar de manera consciente y difundir nuestras experiencias, ya sean positivas o negativas, puede generar un cambio significativo en el comportamiento corporativo y en la calidad de los productos y servicios ofrecidos.

¿No os parece que es el momento de pasar a la acción y desenmascarar a los hipócritas y deshonestos?

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Un comentario de “Engañar no es gratis, aunque lo parezca

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