“La sinceridad es la clave del éxito. Una vez que puedas fingir eso, lo tienes hecho”
Groucho Marx
Esta primavera, como si se tratara de una tendencia de temporada, he recibido un buen número de propuestas para hablar sobre autenticidad. Entrevistas en medios, mesas redondas, eventos corporativos…, incluso “El valor de la autenticidad” seleccionado por Know Square entre los diez mejores libros de empresa del 2024. De pronto, parece que ser auténtico cotiza al alza. Y, la verdad, me alegra. Pero también me hace pensar.
¿Se ha despertado realmente algo en la conciencia de los directivos y las organizaciones? ¿O estamos ante otro fenómeno de pasarela que promueve que se lleve lo auténtico, pero solo mientras quede bien en la foto?
Podría sonar cínico, pero cuando una palabra empieza a aparecer en todas partes, desde campañas de marketing hasta slogans corporativos, me entran dudas. Porque la autenticidad no es un accesorio. No es un valor para decorar la web o una frase para abrir una presentación. Es una forma de estar en el mundo. Es alinear lo que se dice con lo que se hace. Es tener unos valores y, lo más difícil, vivirlos en la práctica.
Autenticidad: más que una tendencia, una forma de liderar
La autenticidad está de moda. Lo preocupante es, cuántos la llevan puesta sin ser su talla.
Y es que no se trata de parecer auténticos. Se trata de serlo. De construir culturas empresariales donde la coherencia no sea la excepción, sino la norma. Donde el propósito no se mencione en una hoja, sino que se respire en las decisiones del día a día. Donde los valores no sean una declaración, sino un compromiso real.
La buena noticia es que, según parece, hay señales de cambio. Cada vez más líderes entienden que la autenticidad no es debilidad, sino fortaleza, no es moda sino principio. Que no se trata de mostrar perfección, sino coherencia. Y que, en un mundo saturado de mensajes, lo verdadero conecta, fideliza y diferencia.
Y los clientes… ¿también lo notan?
En este despertar hacia la autenticidad, hay un actor clave que no conviene olvidar: el cliente. Porque si algo ha cambiado en los últimos años, es que ya no basta con parecer comprometidos, sostenibles o transparentes. El cliente hoy espera coherencia, y la distingue casi sin esfuerzo.
En un entorno saturado de discursos y promesas, los clientes buscan marcas que realmente crean en lo que dicen. Marcas que se equivoquen, sí, pero que lo reconozcan. Que escuchen. Que actúen. Y sobre todo, que no conviertan la autenticidad en un eslogan más.
Cuando una empresa alinea sus valores con su comportamiento, no solo mejora su reputación. Conecta, genera confianza y construye relaciones duraderas. Porque lo auténtico —aunque no siempre perfecto— es creíble. Y eso, en un mundo cada vez más escéptico, vale más que mil campañas publicitarias.
Por eso, si la autenticidad es solo una estrategia de marketing, tarde o temprano se notará. El cliente no busca modas, busca verdad. Y la verdad —como los valores— no se improvisa ni se cambia con la temporada. Se construye cada día, con coherencia, incluso cuando nadie está mirando.
La cuestión es si este interés por la autenticidad será una transformación profunda… o una moda pasajera.
De la moda a la práctica: cinco claves para una autenticidad sostenible
Para que la autenticidad no se quede en un eslogan ni en una tendencia pasajera, es necesario bajarla a tierra, convertirla en hábito y cultura:
- Escucha activa real
Impulsar canales de comunicación abiertos —internos y externos— que permitan recoger opiniones, críticas y percepciones, y actuar en consecuencia. Escuchar no solo para responder, sino para comprender y mejorar.
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- Transparencia valiente
Compartir tanto los logros como los errores. Mostrar los procesos, las dudas y las decisiones. Porque ser auténtico no es ser perfecto, sino ser honesto en cada paso. - Coherencia cultural
Alinear los valores declarados con las políticas internas, los sistemas de incentivos y los comportamientos diarios. Lo que no se premia ni se reconoce, no se convierte en cultura.
- Transparencia valiente
- Liderazgo con ejemplo
Formar y acompañar a los líderes para que integren la autenticidad en su estilo de gestión. No se trata solo de inspirar, sino de ser referentes de integridad y coherencia.
- Medir lo que importa
Incorporar indicadores que evalúen el grado de coherencia entre propósito, valores y acciones reales. Porque lo que no se mide, rara vez se mejora. Y la autenticidad también se puede —y se debe— gestionar.
¿También estáis percibiendo esta tendencia o es solo mi deseo de creer en un cambio hacia la autenticidad?